Se fue la luz, voy a Starbucks a trabajar

Olman Vargas Benavides
2 min readJan 17, 2022

Se va la luz un día de entrega y salgo con computadora y disco duro en mano hacia Starbucks en búsqueda de electricidad y principalmente Internet, porque ya el trabajo faltante era terminar de exportar y subir a la nube.

Al llegar a la cafetería noté que probablemente no era la única persona en esa situación, el lugar estaba lleno. No había disponible ni uno de esos puestos individuales separados por mampara. Cada uno de ellos tenía su correspondiente persona relativamente joven con la portátil abierta y felizmente aprovechando la electricidad e Internet de Starbucks, cumpliendo de igual manera sus diversas responsabilidades. Mi deseo más inmediato, ser una de esas personas.

Así que brevemente evalué la posibilidad de pedir de forma atenta una de las sillas vacías que habían en las islas para dos personas, quizás antes de la pandemia… pero en este contexto todo indicaba que en momentos estaría abriendo y sosteniendo la compu de pie en algún rincón del lugar. Por fin alcancé a ver un puesto disponible, no lo había notado porque era el más cercano a la caja. Era una buena noticiapero si tomaba en cuenta la fila por delante mío estaba claro que quedaría sin campo, así que utilicé el típico toque de poner mi bulto para guardar el asiento. El puesto de al lado de hecho lo estaba haciendo así que procedí con la colocación de mis pertenencias para suplir las limitaciones físicas de mi cuerpo, todo bien.

Lo feo fue cuando subí la mirada y estaba una muchacha sorprendida de lo que hice, esperaba desde hace un rato su café y supongo que tenía planeado sentarse ahí. Me sentí mal, casi quito mi bulto pero recordé una de las enseñanzas de Tina Fey en su libro y fui un poco egoísta. Por dicha unos 30 segundos después se estaban retirando de su mesa un par de muchachos y ella se apresuró a dejar ahí su bulto y botellita en spray de alcohol diluido.

Todo estaba en orden, mientras esperaba el café sacaba la compu y me conectaba al Wi-Fi, ya era prácticamente una de esas personas. Me conecté, los archivos se siguieron subiendo, conecté el disco duro y me puse a exportar. Me quité la mascarilla y bebí su sorbo de café con notas de victoria para luego ver que la batería estaba por la mitad y que no había echado en mi bulto el cable de la fuente de poder. Bajé por completo el brillo para que rindiera lo más posible y estaba enviando mensajes a un amigo que vive cerca para ver si me podía prestar y venir a dejar un cable cuando Irene me avisó que ya había llegado la luz y había Internet en la casa. Así regresé y pude terminar todo antes de las 5, lo que era importante no tanto por el horario de oficina, mas bien porque Kiki tenía clases de música a esa hora y ya debía salir a llevarla.

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